Volátiles susurros le soplabas a mi oído en las noches inacabadas, y lo has vuelto a hacer. Volvemos a los ratos de reloj incomprendido, al sudor frío en las manos, al miedo a encontrarnos.
Hasta los poros de mi piel escupen fuego cuando de hablar se trata, de lanzar palabras como balas; rápidas, ardientes, mortales.
Mi cama sólo conoce noches gélidas, a pesar de que mayo ya amenaza, en mi cabeza siempre será diciembre.
Un olor a ausencia me invade, en esta extraña tarde...
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